«Kiara, no necesito que me digas más, yo te creo»
¿En verdad me había dicho esas palabras? ¿Me las estaba imaginando? ¿Él creía en mí? ¿No estaba molesto?
No era capaz de procesar la información.
—¿A medianoche? ¿Fuera del hotel? —Sus palabras se escuchaban toscas, cargadas de una rabia que brotaba de su pecho—. Ese maldito imbécil le hace falta una buena paliza.
Asentí, sin saber si le estaba dando la razón respecto a sus preguntas o a la grandiosa sugerencia de la paliza. Tal vez, a las dos.
—Alexander, yo tenía muchas dudas, pero decidí no ir —Lo miré directo a sus ojos grises—. Jamás pensaría escapar con ese hombre de nuevo. Ese fue un gran error del pasado porque tenía miedo de este matrimonio…
—Ya no importa —Sus manos fueron de mi espalda a mi rostro, acariciando mis mejillas como nunca pensé que lo haría—. Lo que ocurrió entre ustedes hace tres años ya no tiene relevancia. Y sé, que actualmente, ustedes no tienen nada que ver. Ese imbécil está loco y te acosa. Sé que