••Narra Evelyn••
Sentía como la vergüenza carcomía mis huesos, mi piel.
Me había expuesto ante él, sin preguntar.
No llevaba nada abajo, ni siquiera unas bragas para cubrirme. Me estaba viendo completamente…
Yo ya no era la misma jovencita de veintiún años con la que estuvo, ya tenía cuarenta y cinco. Mi cuerpo había cambiado. Ahora estaba cubierto de golpes y cicatrices que jamás desaparecerían. Y él… él debía estar acostumbrado a las jóvenes bonitas y de piel perfecta.
—¡Quítame las manos de encima! —jadeé, con la voz temblorosa.
Traté de levantarme, de usar mis manos como impulso, pero él no me soltó.
—¿Quién carajos te hizo esto? —Su voz era un susurro escalofriante que me erizó la piel.
Las yemas de sus dedos fueron a mis heridas y me estremecí a pesar de que apenas me estaba rozando. La cabeza aún me daba vueltas por los acontecimientos, pero la vergüenza era más grande.
—¡Vinicius, suéltame, por favor! —chillé, con la humillación atorada en la garganta.