Marián frenó la maleta sobre el suelo al llegar a la puerta de su casa, introdujo la lleve en el interior de la ranura e inclinó la mano para empujar, no dio tres pasos al interior cuando unos brazos cálidos rodearon todo su cuerpo.
-Marián, ¿cómo estás? ¿Estás bien? me alegro de que llegaras.
-Hola, estoy bien –fue su respuesta con expresión de seriedad.
También estaba contenta de estar en casa, en todo su viaje se sintió sola, poco querida y cada día se había regado con gotas de melancolía. No pudo evitar dejar salir el llanto y su madre notó que las lágrimas no eran de alegría.
-¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a tu embarazo? –Preguntó aquella con nerviosismo.
-No mamá, con mi embarazo no hay problema. Mi nostalgia es por Alberto, no me fue bien con él, ya no me quiere y tiene a otra mujer –expresó Marián con tristeza cuando las lágrimas corrían por su rostro.
-Te lo advertí Marián –expresó la madre con rostro serio.
-Ya lo sé, tenías toda la razón. Y yo que me había arrepentido de habe