CAPÍTULO SESENTA Y SIETE

—Mel—llama alguien detrás de ella. Se vuelve y ve que es Leo.

—¡Thomas está muerto! Está muerto, Leo—dice Melina, sollozando y mostrándole las manos llenas de la sangre de Thomas.

—Lo sé, Mel, pero ¿sabes algo más?—Leo pregunta con calma.

Ella responde sacudiendo la cabeza.

—Hasta que un jodido doctor diga la hora de la muerte, Sotto capo está vivo. ¿Me escuchas?—. A continuación ella asiente con un movimiento de su cabeza, estando de acuerdo con él. Thomas aún podría estar vivo y solo inconsciente por la pérdida de sangre.

—Él no está muerto hasta que un médico lo diga—susurra, mirando su pecho. Lo mira fijamente, esperando verlo moverse, pero no lo hace. El pequeño atisbo de esperanza de que esté vivo muere. Ella deja de mirar su pecho cuando Leo se inclina hacia ella en el suelo.

—¿Puedes aplicar presión en sus heridas mientras lo llevamos al auto?—pregunta, quitándose la camisa y extendiéndola hacia ella.

—Sí, puedo—. Melina toma su camisa y la presiona contra el pecho de Thomas.
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