Richard estaba furioso y sostuvo a Arianna en un abrazo. Miró con desprecio lo desvergonzada que era Daisy. Nunca imaginó que fuera una mujer así, y estaba haciendo todo lo posible por manejar la situación.
—¿A eso llamas ser lista, cerda inmunda? —espetó—. ¿Tener sexo con el prometido de tu mejor amiga y creer que eso te hace inteligente? ¿Cómo puedes ser tan repugnante?
—¿No tienes vergüenza? ¿Acaso no te queda un poco de decencia? Abriste las piernas para el prometido de tu amiga, y él, sin un gramo de honor, te penetró con su maldito pene, y ¿tú crees que eso es inteligencia?
—No, querida. Eres una perra apestosa, traicionera y sin valores. Eres el tipo de persona que rompe la confianza entre amigas para siempre. Eres la causa por la cual muchas mujeres ya no creen en la amistad.
—Odio a la gente como tú. Pero no importa cuán feliz y emocionada te sientas de tener a este prostituto que piensa con su pene. No durará. ¿Y sabes qué? El karma no necesita tu dirección, sabe exactamente