Se estaba burlando de Rubí por no hacer un “trabajo adecuado”.
Pero Rubí no se molestó. Con una sonrisa tranquila respondió:
—Sí, no soy tan capaz como la señorita Zoey, quien creció en esta familia y fue criada con privilegios. Yo no solo tengo que ser autosuficiente y hacer las tareas que puedo, sino también ocuparme del negocio familiar.
La expresión de Zoey cambió ligeramente. ¿Por qué Rubí tenía que responderle con un golpe en cada frase? Pero no tenía forma de refutarla.
Tobías intervino:
—Rubí, no la llames “señorita Zoey”. Llámala hermana.
Rubí parpadeó con falsa inocencia.
—¿No sería inapropiado?
—Somos una familia. ¿Qué tiene de inapropiado? —dijo Tobías.
A Rubí no le gustaba llamarla así, pero aceptó y dijo con una sonrisa cortés:
—Está bien… hermana Zoey. Por favor, guíame en el futuro.
Luego subió las escaleras para llamar a Leonardo, quien no tenía intención de bajar. En cuanto oyó que Rubí había preparado el desayuno, se quedó en su habitación. Cuando abrió la puerta, m