Sabrina acarició su espalda.
—Rubí, lo que pasó en el pasado debe investigarse. No quiero que te vuelva a pasar nada.
Rubí se inclinó hacia ella y dijo con firmeza:
—No te preocupes, mamá. No dejaré que me lastimen otra vez.
La calidez de aquel abrazo —algo que no sentía desde la niñez— la envolvió. En poco tiempo, se quedó profundamente dormida.
Mientras tanto, Zoey, con el rostro crispado por la rabia, no podía dormir en la penumbra de su estudio.
Weston estaba junto a ella. La máscara plateada ocultaba su rostro, así que era imposible adivinar su expresión. Tras un largo silencio, finalmente preguntó:
—Señorita Zoey, ¿tiene alguna solución?
La expresión de Zoey era sombría cuando respondió:
—¿Solución? Ahora que esa mujer está aquí, ¿qué se puede hacer? ¿Viste cómo se comportó hoy? Cada palabra y cada gesto iban dirigidos a mí. Realmente la subestimé.
Weston la miró y preguntó en voz baja:
—Entonces… si no puedes deshacerte de ella, ¿hay otra manera?
El rostro de Zoey se endureció.