En un instante, el miedo la atravesó. Sus ojos buscaron los de Marcus, llenos de ansiedad.
Marcus, comprendiendo su inquietud, negó ligeramente con la cabeza.
—Ahora no es el momento —le dijo en voz baja—. Hay demasiada gente. No es conveniente que vayas. Espera un poco.
Rubí asintió, conteniendo su angustia.
—Está bien, lo sé —susurró.
Miró a Arthur, que se había apresurado a seguir a Tobías. Ambos lucían visiblemente preocupados, lo que solo confirmaba que algo grave había sucedido.
Rubí, algo ansiosa, le dijo a Marcus:
—Tú quédate aquí y atiende a los invitados. Regresaré a mi habitación y llamaré a mi madre.
Si Leonardo había tenido un accidente, Sabrina —que se encontraba en casa— debía saber lo ocurrido.
Rubí pensó que debía hablar con ella cuanto antes, así que decidió volver a su habitación.
Marcus, siempre perspicaz, comprendió de inmediato sus intenciones y asintió.
—Está bien, regresa. Ten cuidado y no te alteres demasiado.
Por alguna razón, él también tenía la sensación de