—¿Te atreverías? —rugió Dereck, con la voz cargada de rabia. Esta vez no era una amenaza vacía; sus ojos brillaban con una furia salvaje, como un depredador a punto de lanzarse sobre su presa—. Parece que has olvidado tu lugar. Hoy mismo te voy a enseñar una lección, o terminaré avergonzado de llamarme tu padre.
Dando un paso hacia adelante, levantó el brazo con la intención clara de abofetear a Marcus.
Rubí se quedó congelada, horrorizada ante la escena que se desplegaba ante sus ojos. La madrastra de Marcus se tapó la boca, fingiendo escándalo, pero un destello de malicia brilló en su mirada, como si estuviera disfrutando del caos.
Pero antes de que la palma de Dereck alcanzara el rostro de su hijo, una figura se interpuso de inmediato: Gavin. El guardaespaldas, que había reaccionado un segundo tarde, se arrodilló al instante.
—Señor, acepto mi error por no haber actuado antes. Me someteré a cualquier castigo —dijo, inclinando la cabeza.
—Doble castigo —replicó Marcus con frialdad,