Rubí se levantó y se lavó los dientes.
Cuando la sirvienta de afuera escuchó su voz, le preguntó si quería que le llevaran el desayuno a su habitación. La doncella era tan atenta que Rubí se preguntó si Marcus le habría pedido que actuara así.
A pesar de estar furioso con ella, Marcus todavía no se olvidaba de cuidarla.
Si no hubiera sido por sus órdenes, ¿por qué las sirvientas estarían comportándose de manera tan servicial?
Después de desayunar, Rubí se sentó en el sofá y envió un mensaje a Sabrina que decía:
“¿Es conveniente ahora? Me gustaría llamarte.”
Para evitar que otros se dieran cuenta, decidió no llamarla directamente.
Tan pronto como dejó el teléfono a un lado, recibió otra llamada.
Rubí frunció el ceño. Era fin de semana, así que ¿por qué la llamaban?
Sintió un mal presentimiento en el estómago.
—¿Hola? —respondió, intentando sonar lo más tranquila y cortés posible.
Era el director de la universidad quien llamaba.
Rubí respiró hondo, se serenó un poco y respondió la llama