Marcus la miró fijamente.
—¿Está relacionado con la desaparición de Marcia?
Rubí bajó la mirada. Su expresión era grave y finalmente asintió.
—Sí. Pero ahora no puedo decirlo con certeza.
Eva y Efraín, sin embargo, no podían esperar más.
—Rubí, no nos ocultes nada —suplicó Eva con lágrimas en los ojos—. Sé que Marcia te ha hecho daño, pero esta vez… por favor, ayúdala. Si le pasa algo, no lo soportaré. Te prometo que haré que se disculpe contigo y que nunca más vuelva a lastimarte.
El corazón de Rubí vaciló. Sabía que, con los recursos actuales de la familia Gibson, les sería imposible resolver una situación tan grave si los secuestradores pedían algo más. Todos la miraban con ojos suplicantes, incluso Dylan, que la observaba con inocente curiosidad.
Rubí respiró hondo.
—Está bien… —dijo al fin.
Luego acarició la cabeza de su hijo.
—Dylan, ve a jugar un rato a la sala de estar. Esto es un asunto de adultos.
—Está bien, mami —respondió él obediente, y salió de la habitación.
Una vez qu