—¿Cuál es el verdadero propósito de los secuestradores? —preguntó Rubí, frunciendo el ceño.
Veinte millones no significaban nada para la familia Maxwell, pero lo extraño era que apuntaran a Marcia. Aunque a Rubí no le importaba demasiado lo que le pasara, algo en el trasfondo no cuadraba.
—Rubí, tienes que ayudar a mamá —dijo Eva con urgencia.
Se abalanzó para tomar la mano de Rubí; en su rostro se mezclaban el miedo y la ansiedad, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Sé que Marcia te ha hecho daño, pero si no la salvas, morirá —suplicó, con la voz temblorosa.
Luego miró a Marcus, pero volvió a fijar los ojos en Rubí:
—Deja que el señor Maxwell me preste el dinero. Yo misma lo llevaré para pagar el rescate, ¿de acuerdo? Te prometo que lo devolveremos. Rubí, por favor, te lo ruego.
El tono de Eva era de desesperación. Las heridas de Marcia en la foto eran graves: labios agrietados, ojos hinchados… Nunca antes, ni siquiera en los suburbios, la habían visto en un estado tan deplorab