Desde el día en que se había encontrado con Zoey y su madre, habían pasado varios días sin que la familia York hiciera ningún movimiento. Todo parecía tranquilo, demasiado. Rubí sabía bien que esa calma solo podía ser el preludio de la tormenta. Estaba convencida de que la familia York no dejaría pasar aquella humillación sin responder.
Además, mientras ella buscaba desesperadamente a sus padres biológicos, temía que Zoey o la familia real los encontraran primero y usaran esa información en su contra.
—Soy yo —respondió Sabrina Jensen. Su voz sonaba tan suave y tranquila como siempre, como si nada hubiera pasado entre ellas.
—¿Cómo consiguió mi número, señora Jensen? —preguntó Rubí con naturalidad. Sabía que, si la Reina deseaba encontrar a alguien, no era algo difícil.
Aunque la madre de Zoey siempre le había parecido tan elegante como su hija, había en Sabrina un aire de sinceridad que le generaba confianza.
—Lo siento, usé algunos recursos para obtener su número personal. Señorita