Después de terminar las ventas, todos ayudaron a guardar las mesas y se retiraron a casa, dando fin a un día caótico y un poco raro.
Por todo lo que paso, esa anoche Cedrid se quedó a dormir con Emma, porque se sentía inquieto al pensar en dejarla sola, ya que no sentía como algo natural ese repentino interés de su supuesto suegro e igual estaba lo de ese desconocido que le envió la flor.
Definitivamente algo no estaba bien e igual tenía ese ligero presentimiento de que algo está por ocurrir y por ello tenía un fuerte deseo de tomar a Emma y mantenerla encerrada en casa, pero eso no se podía porque no deseaba ser un controlador.
Ya era un nuevo día y Emma notaba muy pensativo a su lobo, el cual estaba sumergido en sus pensamientos en esos momentos mirando a la nada.
- ¿Qué tienes Cedrid? – le preguntó Emma mientras ella acomodaba las cosas para preparar el desayuno.
- Eh, nada ¿por qué preguntas? – preguntó mirándola a ver a los ojos.
- Porque estas actuando raro.
- ¿Raro?
- Distraído