Es viernes y sus cuerpos lo saben.
Max se levanta con una sonrisa radiante, sale de su habitación directo a la cocina por su chocolate, hoy no quiere hacer ejercicio en la mañana y un dios griego como él se lo puede permitir cuantas veces quiera.
Toma la taza con el delicioso líquido, le coloca tres malvaviscos y camina a la ventana. Apenas está amaneciendo, pero él se siente radiante y lleno de vitalidad, con ganas de hacer cosas menos auto destructivas y es obvio que en eso tiene que ver Giselle.
En la habitación más grande del departamento, la mujer abre los ojos con algo de pereza, se sienta en la cama y deja escapar un bufido al ver que es viernes.
—Solo espero que no haga una tontería como la de la semana pasada…
Se pone de pie de mala gana y sale con rumbo a la cocina, para beber ese café que al menos la despertará, porque ánimo es imposible en e