Capítulo 5

Damon Lennox

No tenía idea de qué haría con ella. Por primera vez no estaba de acuerdo en lo que mi lobo interior me gritaba que hiciera, esta vez me estaba resistiendo, pero ella notó el cambio de color en mis ojos y eso solo significaba que mi lobo estaba peleando en silencio en mi interior para salir y marcarla como suya. 

Pero se veía tan débil, tan frágil que probablemente mi mordida la mataría. 

Aparentemente me quedé en silencio y perdido demasiado tiempo, porque ella se levantó y se dio la vuelta en un intento inutil de escapar de mi y de mis territorios. 

Pero me importaba poco que incluso pasara las líneas de mis límites, la arrastraría de vuelta a mí hasta que supiera que hacer con ella. 

Con un gruñido irritado corrí detrás de ella y tomé varios mechones de su melena para detenerla y hacer que se arrodillara nuevamente hasta que quedara de rodillas y yo a sus espaldas. 

Lamento decirte que no hay forma de que te deje ir. 

—Tienes que dejarme ir, no puedo quedarme aquí. 

—No tienes opción, eres mi mate e irás conmigo hasta que sepa que hacer contigo. 

—¿Hasta que sepas que hacer conmigo? —cuestionó incrédula mientras se zarandeaba para escapar de mi —lo veo en tus ojos, lo veo en la forma en la que estás reaccionando, no te interesa tenerme a tu lado. 

—Evidentemente no me enorgullece que seas la mujer con la que compartiré el resto de mis días, no hay muchas ventajas en tener una humana como mate. 

—Es más fácil dejarme ir. 

—No puedo —gruñí con molestia, tanto con ella como conmigo mismo. 

—He esperado toda mi vida por mi mate, mi mitad y resulta que te dejan aquí en medio de mis bosques sin una explicación. Seré la burla de toda mi manada si se enteran. 

—Así que es más fácil tomarme como prisionera en tu manada. 

—Es más fácil que lidiar con la situación justo ahora. 

Y tras mis palabras hice que se levantara de su lugar sujetándola de su cabello y la arrastré hacia las mazmorras en vez de ir directamente con ella a la Aldea. 

No había forma de que la llevara a la aldea vistiendo así y mucho menos cuando mis ojos no dejaban de cambiar de color. 

—Por favor, por favor, déjame ir. 

—No, no hay forma. 

Quería poder hacerlo, quería poder dejarla ir, pero el animal dentro de mi exigía otras cosas mucho más primitivas y necesitadas. 

Y hasta que no resolviera mis propios problemas no podría ver primero las necesidades de esta humana.

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