YOLANDA VARGAS
Tenía como veinte llamadas perdidas de Isabella, ¿qué le pasaba a esa mujer? ¿Nunca dormía? Volteé mi teléfono sobre la mesa, dispuesta a ignorarla por un buen rato mientras alcanzaba mi trago.
—Brindemos por el futuro de nuestro negocio —dijo el hombre a mi lado. Habíamos firmado un contrato que aseguraba muchos beneficios para la disquera, esta se asociaría con una escuela de música. La disquera abriría sus puertas a talentos nuevos y la escuela tendría un lugar para ofrecerles trabajo a sus estudiantes recién egresados, era un negocio redondo.
Me bebí en su totalidad el contenido de mi vaso y cuando lo dejé en la mesa me sentí mareada. Tal vez lo había tomado con mucha rapidez. E