ISABELLA RODRÍGUEZ
Todo pasó tan rápido que… no sabía cómo procesarlo. Con ambas manos en mi abdomen, como si así pudiera sostener y proteger a mi bebé de mi propio dolor, traté de asimilar las palabras de Daniel.
—Lo siento, Isabella… —dijo desconcertado, viendo como estaba a punto de colapsar.
—¿Por qué? —No entendí qué era lo que estaba preguntando en realidad. ¿Por qué murió? ¿Por qué me abandonó? ¿Por qué no conocería a su nieto? ¿Por qué un día simplemente se fue sin que pudiera decirle cuanto lo amaba y que era el mejor padre del mundo, creyendo que al día siguiente la rutina seguiría?
—Era algo que ocurriría… Estabas consciente de eso…
Levanté mi mano, pidiéndole que se detuviera y mis piernas fallaron, mi dolor explotó en mi boca, entre gritos y sollozos, el nudo en mi garganta reventó dolorosamente y no pude controlar mis lamentos, era como si al gritar tan fuerte pudiera mitigar un poco mi agonía.
Daniel se hincó a mi lado, evitando que mi caída fuera aparatosa. Me estrec