ISABELLA RODRÍGUEZ
—¿Qué harás? —preguntó Esteban con una sonrisa—. Regresarás a los brazos de Gabriel y ¿qué? Después de eso lo meteré a la cárcel por todos los cargos que puedas imaginar. De todas maneras, lo perderás.
—Encontraremos la forma… —dije entre dientes.
—Te voy a pláticar lo que va a pasar… —agregó con paciencia y una enorme sonrisa—. Él se va a la cárcel, tú al manicomio y los niños al orfanato. ¿Qué te parece? Si no estás dispuesta a hacer un pequeño sacrificio por tu familia y darme lo que quiero, entonces veré que todos perezcan al mismo tiempo.
—¿Manicomio?
—¡Por favor! Es más fácil meter a una persona sana al manicomio que a un inocente a la cárcel —dijo entre carcajadas—. Eso es lo que iban a hacer con Celeste una vez que le quitarán el pulmón. ¿No lo sabías?
Puso su atención en Celeste que permanecía detrás de mí, con la mirada perdida y el rostro pálido.
—El hombre al que amas iba a usar y desechar a Celeste como si fuera basura, haciéndola pasar como una loca