Una Esposa para el CEO
Una Esposa para el CEO
Por: AmandaEscribe12
Ahnelo de Media Noche

Unas piernas largas en la acera caminaban de un lado a otro con un vestido de lentejuelas ajustado que dejaba entrever una esbelta silueta que hasta hace poco adornaba las portadas de las revistas más importantes del mundo, pero está belleza al igual que otras tantas cosas fue dejada de lado por un mundo malvado que la arrastró a los vicios.

Mismo que ahora, era que ellos lideraban sus pasos le cierran las puertas en la cara, llevándola a estar aquí en esta noche sin luna por la cantidad de nubes que hay en lo más alto del cielo, esperando las luces de un auto y al verlo le hace saber, extendiendo su mano, que está de servicio.

Uno de los empleos más antiguos del mundo y ahora era su profesión, no esperaba nada de la vida, ella le dio todo y se lo quitó en un segundo, conocía gran parte del mundo, tuvo el tiempo y dinero suficiente para recorrerlo, tuvo joyas, autos, casas de lujo y ropa de diseñador. Aún quedaban algunos pequeños indicios de esta vida lujosa que todavía los vicios no habían arruinado.

A lo lejos diviso las luces de un vehículo, no se trataba de cualquiera sino de un Mercedes de colección como ese que uno de sus amantes le regaló por su cumpleaños, lastima eso se trata solo de un recuerdo lejano. Este se detuvo lentamente frente a ella, el hombre en el interior encendió las luces, quería verla con detenimiento.

La joven se acercó a la ventana, aunque el comportamiento de este posible cliente era más extraño de lo que estaba acostumbrada y eso era decir mucho. Este sujeto era muy apuesto, con un buen mentón, cejas pulcras, barba recortada, dientes blancos, ojos que al menos en apariencia se veían honestos, eso sin contar con el hecho de que este hombre era adinerado. Se preguntaba ¿Que hacía un sujeto como este aquí? Solicitando sus servicios.

—Hola cariño de seguro puedo ayudarte en algo —Pregunta la joven apoyándose en la ventanilla.

El cliente sonrió y roso suavemente su brazo, la piel de la mujer era tan suave y tersa, su tez era preciosa, sus hermosos ojos verdes, le recordaba, a esas actrices que le encantaba ver en la televisión, sus rasgos delicados parecían los de un ángel, aunque había algo en su rostro que le hacía pensar estaba en el lugar equivocado, no era como esas mujeres que se dedicaban a esto con felicidad, sino que cierta tristeza en su mirada la tenía en un lugar alejado de allí.

—Sí, sube —Dijo este hombre con las pocas palabras que siempre lo han caracterizado.

Ella temerosa como siempre subió al vehículo y solo pudo pensar lo mejor, conocía amigas que habían tenido contacto con el lado oscuro de la profesión, clientes que se negaban a pagar, que se ponían violentos o que les pedían cosas realmente denigrantes, ella contaba con muy poco tiempo ejerciendo este empleo y agradecía no haberse topado con nada como eso aún. De preferencia no hacerlo nunca.

—¿A dónde vamos? —Preguntó la dama entre sonriente y asustada.

—A mi casa —Respondió el conductor acelerando.

—Yo… No suelo ir a casa de los clientes —Balbuceó ella con miedo.

—Me imagino, pero yo no soy como el resto de los clientes y no quiero un servicio cualquiera —Replicó el frunciendo el ceño.

—¿Y qué es lo que usted necesita? —Se interesó la joven confundida.

El hombre se rio al notar lo asustada que ella se encontraba, sin duda ella había conocido el lado oscuro de la vida y por eso era tan desconfiada, sin que eso le quitara la belleza que le tenía atontado, su olor inundó el interior del coche, era dulce como su rostro.

—Vivirás conmigo como si fueras mi esposa —Soltó el con seriedad.

 Sino no fuera por la cara que este hombre tenía hubiese pensado que era un chiste ¿Cómo le iba a hacer una propuesta tan extraña? El ni siquiera la conocía como para proponerle eso, pero ¿Quién era ella para refutarlo? Eso representaba dinero y en grandes cantidades, además de las comodidades que perdió por tonta, que no le caería nada mal volver a tener.

—Una peculiar petición, pero al cliente lo que diga —Contestó ella masticando chicle.

—Lo primero que vas a hacer es botar eso por favor, eres muy hermosa para estar masticando de esa manera —Solicitó con autoridad.

Con esa petición ella comprendió él porque este sujeto que claramente era un buen partido estaba solo y loco, por tener a alguien con quién al menos fingir tener una relación, lo cual por si solo era bastante triste.

—Está bien bravucón, no te molestes —Dijo con picardía botando su chicle en el cenicero de este hombre —¿Y cómo se llama mi esposo? —Preguntó la joven colocando su mano en la pierna de él.

—Harry Smith es mi nombre —Indicó este tocándole el rostro.

—¿Es el dueño de Ledule? —Interrogó la dama con los ojos agrandados.

—Veo que al menos lees las revistas de moda —Bromeó el CEO con malicia.

Se trataba de una de las empresas más prestigiosas de todo el país, encargada de hacer productos de belleza e higiene personal para mujeres. De hecho, ella misma había trabajado en campañas publicitarias para la compañía, obvio nadie le presento al CEO.

—Este trabajo le va a salir costoso —Señaló la joven al ver la verja enorme que cubría la propiedad de al menos tres hectáreas que se alzaba en lo alto de una colina.

Con un control remoto abrió la cerca y dos empleados vinieron a saludarle, este hombre contaba con muchos millones en su haber y ella sin duda pensaba aprovechar cada instante en esa casa ambientada como un enorme Castillo en el medio de unos jardines finamente cuidados del que colgaban flores de diversos colores, iluminando la vista de todos a su alrededor. La imponente fortaleza rústica desde el exterior escondía la más moderna de todas las moradas, pisos blancos en los que podía ver su reflejo y unas grandes escaleras la recibieron mientras él la tomaba de la mano como todo un caballero.

 —¿Te gusta lo que ves? —Preguntó este al ver cómo a ella se le iluminaba la mirada.

—¡Que hermoso! —Exclamó la dama con una gran sonrisa.

—Ven por acá —Solicitó llevándola a un cuarto en el primer piso.

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