El CEO fue engañado por su novia, pero no pasaría solo esa navidad... La nueva secretaria ocuparía su lugar. —¡Lexie, quiero que seas mi esposa falsa! - Alexandra Bennet acababa de romper con su novio después de que ella se negara a darle su virginidad. Sin un lugar a donde ir, acepta ser el reemplazo de su mejor amiga como la secretaria de Nathaniel Stravakis; un CEO exitoso, super sexy y guapísimo. Así que cuando él le pide ser su "ESPOSA FALSA" no puede pensar en una sola razón para decirle que no. ¿El problema? Que el encanto se le va al abrir la boca, las chispas entre los dos son difíciles de ignorar y resulta complicado entender que su relación es una FARSA cuando se siente tan REAL. Si una relación se construye a base de mentiras, ¿puede sobrevivir el amor? Quizás un milagro navideño toque a su puerta nueve meses después...
Leer másLas luces de muchos colores del lugar son suficientes para desorientarte y aturdirte, se mueven de un lado a otro sin posarse en el mismo sitio tan siquiera por un segundo, la música es tan fuerte y ensordecedora que para hablarle a la persona que está a escasos centímetros de ti necesitas gritarle con una fuerza considerable, si no estás mezclado en el ambiente fácilmente terminarás con un dolor de cabeza.
Los clubes nocturnos eran así después de todo, en una mesa del lugar se encuentra Dayana, esta sentada con los brazos cruzados, sumamente aburrida y con algo de sueño, observa con desinterés a su novio Edgar.Al contrario de ella él esta de lo más divertido bailando con otra mujer en la pista de baile, una mano de él esta posada sobre la diminuta cintura de la mujer, mientras en la otra mano sostiene su bebida, ambos frotan sus cuerpos al ritmo de la música en un intento de baile.A Dayana parece no importarle ni afectarle, está esperando que Edgar termine su bebida para irse a casa a descansar, ella sin duda no estaría ahí de no ser por su novio le insistió bastante en que lo acompañara, aunque al final de cuentas siempre terminaban dejándola sola.Ella era su trofeo le gustaba que lo acompañara a todas partes, no porque disfrutara de su compañía o la quisiera mucho, si no por el simple echo de presumir ante los demás que ella estaba con él y no con los otros que también la querían a su lado.Pero Dayana no era ajena a lo que pasaba, ella también estaba con el para que los demás no la molestaran, Edgar tenía una posición respetada en la universidad, así que ella prefería aguantar a un idiota que tener a miles molestándola día con día. Al final de cuentas ambos tenían sus propios intereses para estar juntos.- ¿¡Te gustaría bailar?!Un joven alto y apuesto de tez morena se acercó a Dayana para invitarla a bailar, ya tenía rato observándola mientras ella estaba distraída y aparentemente aburrida mirando hacia la pista.No tenía el aspecto a las demás chicas del lugar, había tacones, faldas cortas, escotes pronunciados y vestidos completamente ajustados por todos lados, pero Dayana llevaba un vestido ajustado hasta la cintura, la parte baja era amplia y un poco esponjosa, estaba algo corto, pero no era del todo perceptible, era de manga larga y no tenía escote así que su apariencia le pareció tierna y adorable.Dayana lo volteo a ver con las cejas algo fruncidas, el chico al contemplar su rostro fue ajeno a la mirada fría de la hermosa mujer, tenía los ojos de un color verde intenso, que brillaban bajo las luces del lugar como los de un gato, por más que recorría su rostro le era incapaz encontrar algún defecto o imperfección.Se quedó cautivado al instante por ella, Dayana se contuvo para no reír en la cara del chico quien tenía un rostro con la mirada perdida como si estuviera viajando entre las nubes, a ella le pareció muy tonto.- No gracias, vengo con mi novio...De una manera cortante y seca ella le respondió para después voltear a ver hacia el otro lado, tenía la esperanza que en cuanto el chico sintiera su frialdad se marchara.A pesar de que el chico quedó desilusionado ante la actitud de la bella mujer, en cuánto ella le volteo la cara le llegó el fresco aroma de su cabello oscuro que se miraba sedoso y brillante, eso lo motivó nuevamente.- Si tienes novio... ¿Dónde está él? ¿¡Cómo se atreve a dejar a una mujer tan hermosa como tú sola?!Dayana suspiró pesadamente y puso los ojos en blanco, no respondió nada simplemente ignoro al chico, pero no muy lejos de ellos Edgar después de mucho rato recordó que había llevado a su novia con el y la había dejado sola en la mesa que reservó.Tardo un poco en enfocar su visión, ya estaba algo tomado, así que en cuanto miro a su bella novia y un chico a su lado muy cerca se recompuso enseguida; de una manera algo brusca alejó a la chica que estaba bailándole frente a él y se fue abriendo paso entre la multitud para llegar a ellos.Dayana no quería mantener una conversación con ese chico, así que optó por ignorarlo con la esperanza que este se fuera, pero el chico seguía ahí, ya había tomado la decisión de correrlo de una manera sutil cuando de repente a espaldas del chico llegó Edgar y le dio un fuerte puñetazo en la cara; lo hizo caer justo en las piernas de Dayana, ella levantó los brazos y antes de que pudiera empujarlo para quitárselo de encima Edgar lo levantó de la parte trasera de su camisa y lo golpeó de nuevo.Ya habían llamado bastante la atención, así que Dayana se puso rápidamente de pie para llevarse a su novio y evitar una escena, pero el chico se levantó rápidamente y tlaqueo a Edgar, empezaron a pelearse como animales salvajes dando vueltas por el suelo.Rápidamente los guardias de seguridad empezaron a abrirse paso entre la multitud de borrachos que disfrutaban de la pelea entretenida. En cuanto llegaron a ellos y lograron separarlos Edgar golpeó a uno de los guardias de seguridad, ante eso su compañero pidió apoyo y ya estaban más guardias en camino.- Esto no es posible...Dayana se quejó en voz baja mientras masajeaba su frente, Edgar era un constante dolor de cabeza para ella, a veces pensaba que era mejor lidiar con los acosadores de la universidad todos los días que con él, pero era su manera de esconder sus sentimientos, ya que en el fondo estaba con el porqué le había tomado cariño después de tantos meses de salir juntos.De repente llegaron más guardias al centro de la pelea, tomaron a Edgar de brazos y piernas para secarlo a como diera lugar, ya que el otro chico estaba desmayado en el suelo mientras Edgar seguía golpeándolo como un animal enloquecido.Dayana miró como los guardias se dirigían a la salida con él en brazos, así que tomó su pequeño bolso plateado para salir del lugar también.El rugido suave de los motores del jet privado llenaba el aire mientras Alexandra miraba por la ventana, observando cómo las nubes parecían deslizarse bajo ellos. La isla de Daxus aún estaba lejos, pero su mente no podía dejar de divagar, atrapada entre la tensión de la discusión que había tenido con Nathaniel y… la noche que compartieron. Sus labios aún recordaban el sabor del pecado. Sus caricias, sus besos… la manera en que la había poseído no solo con su cuerpo, sino también con su mente. Y lo peor de todo era que ella había disfrutado cada segundo. —¿Estás cómoda? —la voz de Nathaniel la sacó de su ensimismamiento. Alexandra giró la cabeza y se encontró con esos ojos dorados que la tenían prisionera. Nathaniel estaba sentado a su lado, impecable como siempre, con su camisa blanca ajustada y las mangas arremangadas, dejando ver esos antebrazos que la hacían perder la razón. —Sí —murmuró, apartando la mirada rápidamente. Pero Nathaniel no se dejó engañar. Se inclinó liger
La suave luz del amanecer se filtraba por las gruesas cortinas de la suite, acariciando la piel desnuda de Alexandra. Sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la claridad, pero su mente aún estaba atrapada en los recuerdos de la noche anterior. O… mejor dicho, de las tres veces que Nathaniel la había hecho suya. Alexandra cerró los ojos, mordiéndose el labio mientras las imágenes la asaltaban sin piedad. Nathaniel no solo la había tomado una vez, sino que había reclamado cada parte de ella, haciéndola suya de maneras que jamás habría imaginado. La primera vez había sido suave, cuidadoso, casi como si temiera romperla. Pero después… después no había quedado rastro del hombre controlado. Nathaniel había despertado algo salvaje dentro de él, algo primitivo que la había consumido por completo. Recordaba sus labios deslizándose por su cuello, descendiendo por su pecho hasta encontrar sus puntos más sensibles. La forma en que sus manos la habían sujetado con firmeza, como si t
La noche se había alargado más de lo esperado. Después de soportar horas de sonrisas falsas, miradas curiosas y comentarios velados, Alexandra solo quería desaparecer. Pero la pesadilla aún no terminaba. —¿Estás bien? —preguntó Nathaniel mientras abría la puerta de la habitación privada que compartían en la mansión de los Stravakis. —Sí… solo agotada —murmuró Alexandra, entrando al lujoso dormitorio.Era más grande que cualquier lugar en el que había vivido. La decoración minimalista y elegante reflejaba el estilo impecable de Nathaniel, pero también su frialdad, ahí no había nada hogareño. A pesar de la calidez de las luces tenues y de lo relajado que se veía su esposo, el ambiente estaba impregnado de tensión.Nathaniel cerró la puerta tras de sí y se quitó el saco, dejándolo cuidadosamente sobre el respaldo de una silla. Su camisa blanca estaba ligeramente desabotonada, y sus mangas arremangadas dejaban al descubierto sus fuertes antebrazos. Se veía tan peligroso como tentador.
Alexandra despertó sintiendo el peso del cansancio sobre sus hombros. Las últimas veinticuatro horas habían sido un torbellino de emociones y acontecimientos que la habían dejado agotada. El suave roce de las sábanas de seda sobre su piel le recordaba que ya no estaba en su pequeño departamento ni en la casa de Jessica. Estaba en la suite privada de Nathaniel Stravakis… su “esposo”. “Esposo”, pensó, saboreando la palabra con una mezcla de incredulidad y nerviosismo. Aún no podía asimilarlo del todo. Abrió los ojos lentamente, solo para encontrarse con la habitación bañada por la tenue luz de la mañana. Todo en ese lugar gritaba lujo: desde los muebles de diseño hasta las enormes ventanas que ofrecían una vista privilegiada de la ciudad. Pero lo que más la inquietó fue la figura que estaba de pie junto a la ventana, con una taza de café en la mano. Nathaniel. Llevaba solo unos pantalones de pijama negros, y su torso desnudo revelaba músculos bien definidos, una piel bronceada que p
El frío de diciembre cubría la ciudad como un manto de escarcha. Las luces navideñas adornaban ya las calles de Norvill, brillando con colores cálidos y festivos.En otros tiempos, esta era la época favorita para Alexandra, pero ahora... todo parecía distante y borroso. Apenas podía creer lo que estaba a punto de hacer.—¿Estás segura de esto? —preguntó Jessica, su voz llena de preocupación mientras le ajustaba el último botón del vestido.—No lo sé —susurró Alexandra, su mirada fija en el espejo frente a ella. La imagen reflejaba a una mujer que no reconocía.Vestía un elegante vestido blanco de seda, sencillo pero sofisticado, que caía suavemente sobre sus curvas. El maquillaje realzaba sus ojos grises, dándoles un brillo intenso, y su cabello color arena estaba recogido en un moño impecable. Un velo largo y fino cubría su rostro, le llegaba hasta la espalda baja.Parecía una novia… pero no una novia feliz.—Lexie… —Jessica la miró a través del espejo, su voz cargada de inquietud—.
Se acercaba la Navidad, y el ambiente en la oficina de Nathaniel Stravakis estaba más tenso que nunca. Las luces festivas decoraban el lobby, pero la atmósfera en su interior no era nada alegre.Alexandra no podía quitarse de la cabeza el descubrimiento de Fernando y Lucía. A pesar de que intentaba concentrarse en su trabajo, la imagen de su ex, sonriendo junto a su prima, le atormentaba. ¿En qué momento comenzaron a traicionarla y como es que nunca se dió cuenta?Nathaniel también tenía sus propios problemas, pues todo indicaba que su ex prometida y su tío estaban comenzando a hacer ruido en la familia. A medida que se acercaba la Navidad, las noticias de su relación secreta salían a la luz. La familia Stravakis, siempre muy unida, no tardó en enterarse. Pero nadie dijo nada, parecían esperar a ver qué sucedía.Nathaniel no podía evitar sentirse herido, no solo por la traición de Azucena, sino también por la manera en que su propio tío, que siempre le había tenido envidia, se aprovec
Último capítulo