A pesar de mi dolor, ordené un par de bebidas y unas bombitas (panes dulces, rellenos de crema) al chico que nos atendió.
— ¿Qué haces? ¿Cómo le vas a invitar golosinas a una chica que te golpeó con una puerta? ¿Te volviste loco?— chilló ella y yo sonreí, de seguro que como idiota.
—No todas las chicas que te golpean con una puerta son así de lindas. — susurré y ella se sonrojó, mucho.
De nuevo, me sentí desfallecer y, por suerte, el chico trajo las bebidas con rapidez.
Destapé mi botella de Coca—Cola y me tomé la mitad del contenido en dos largos tragos.
La sangre de mi nariz tenía a mi boca con un sabor metálico asqueroso, pero ni eso me importó.
Gracias a Dios…
Sentí cómo la bebida hacía su trabajo y sonreí agradecido.
Me fijé en la chica frente a mí y fruncí el ceño, ella me miró por largo rato, sin siquiera tocar su botella.
— ¿Por qué no bebes?—pregunté, un poco nervioso por su mirada escrutadora.
— ¿Qué crees que haces?—preguntó.
—Es de mala educación responder con un