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Daniel la ayudó a levantarse y la condujo a la habitación. O lo que podía llamarse así, ya que sólo contenía un catre de madera, un par de mesitas de noche y una silla, retiró el cobertor de la cama, se sentó en ella y empezó a quitarse las pesadas botas. Débora permanecía en pie sin moverse…

-Siento no poder ofrecerte nada más, mis huesos ya no están para dormir en el suelo y no voy a pedirte a ti que lo hagas, así que tendremos que compartirla…

-Dormiré en el suelo si me da una manta, he dormido en sitios peores…

-No sé porque, pero no me cuesta nada imaginármelo – respondió irónicamente él esbozando otra vez esa sardónica sonrisa – pero no lo harás en mi presencia, así que: ¡Échate en la cama de una maldita vez y no des más la lata!

Se dirigió al lado opuesto y se tumbó encima del colchón… Le pasó una manta para cubrirse. Enseguida quedó dormida. Lo último que oyó fue su advertencia que no intentara huir pues no había nada habitado cerca… Danny se dio cuenta enseguida que la muc
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