Norita parpadeó liberando sus lágrimas al escuchar llorar a su amiguito.
—No fue mi intención —expresó y formó con sus labios una fina línea—, siempre te voy a querer —le dijo a Angelito—, también soy muy poderosa, practiqué con el renacuajo mi super patada voladora —avisó y se aproximó a Gabito. —¿Quieres ver cómo hice? —cuestionó.
El pequeño limpió su rostro y sonrió al escucharla.
—¿Le pegaste con tu super patada? —cuestionó con emoción, deseando aprender a golpear como ella—, sí, enséñame —solicitó y sonrió.
Norita sonrió, y observó a su alrededor, pensó en su papá como primera opción, pero él había sido el que le enseñó, entonces dirigió su azulada mirada a Carlos Gabriel.
—Tío Gabo, ¿puedo practicar contigo? —cuestionó.
Óscar se aclaró la garganta al escuchar a su hija.
—Tu tío Gabo no está preparado para tu patada, lo puedes mandar al hospital. —Ladeó los labios, divertido—, mejor traigo tu pera en un rato y les muestras —comentó.
Norita frunció los labios.
—¿Y con