Óscar ingresó a pasos rápidos a la sala de terapia intensiva, observó a través del cristal, sin poder dejar de liberar algunas lágrimas. Luego de haber hablado con su suegro y saber sobre el estado de salud de su esposa.
Las suaves pisadas de unos tacones, le indicaron que alguien se aproximaba, giró su rostro entonces observó a su mamá acercarse a él.
—Mamá —expresó con la voz trémula, entonces se dirigió a ella.
—Cariño —Alondra se acercó a él y lo estrechó.
Óscar no se pudo resistir ante la calidez de ese abrazo y se desbordó como si fuese un niño pequeño.
—Tengo miedo —confesó—. Estoy aterrado de que la historia se repita y ella...
—Lo imagino —respondió sujetándolo con fuerza—. Debemos tener fe en que se recuperará. —Acarició con suavidad su mejilla—, no podemos darnos por vencidos, nunca lo hemos hecho, a pesar de todo lo que hemos vivido, siempre hemos perseverado —refirió.
Óscar tembló por unos instantes, sin soltar a su mamá.
—Si ella me deja, no lo resistiré.
—No te