Ramón
El sol apenas asoma en el horizonte cuando llego a la empresa. La mañana es fría y el aire tiene un toque de humedad, pero yo me siento más vivo que nunca. El día de hoy marca el inicio de algo grande.
La presidencia de la empresa finalmente ha caído en mis manos, y Alessandro, el inútil, me la ha entregado en bandeja de plata. Puedo ver el desconcierto en los ojos de algunos empleados mientras camino por los pasillos. Saben que algo ha cambiado, pero no tienen ni idea de cuánto.
Cuando llego al vestíbulo principal, un grupo de empleados se reúne para escuchar el anuncio. La sala de reuniones está llena, y puedo sentir la tensión en el aire. A un lado, Alessandro, todavía en su silla de ruedas, hace un esfuerzo patético por mantener una expresión digna. Es casi irónico, teniendo en cuenta que hoy, de todos los días, ha tenido que bajar la cabeza.
—Buenos días a todos —dice Alessandro con voz firme, aunque sé que le cuesta mantenerse en pie, al menos en sentido figurado—. Como mu