Valeria
Me despierto con un dolor de cabeza tan fuerte que me cuesta abrir los ojos. Todo está borroso, y lo primero que escucho es una discusión a lo lejos. Las voces son graves, tensas, aunque no logro identificar quiénes son. Intento levantarme de la cama, pero el mundo a mi alrededor comienza a tambalearse, como si estuviera en un barco en medio de una tormenta.
Me sostengo de la cama, el vértigo golpeándome tan fuerte que siento que voy a desmayarme de nuevo. Sin pensar mucho más, corro hacia el baño, apenas llegando a tiempo para vaciar lo poco que tengo en el estómago.
El sonido de la puerta abriéndose a mis espaldas me toma por sorpresa. Escucho los pasos apresurados de Rosa y su voz preocupada llenando el espacio.
—¿Estás bien, niña? —pregunta mientras me sostiene el cabello.
Asiento débilmente, tratando de calmar mi respiración entrecortada.
—Solo me mareé al despertar —digo, aunque mi voz suena tan frágil como me siento.
Rosa suspira, con una mezcla de preocupación y alivio.