Estaba nerviosa, claro que sí. Gretel tenía un carácter realmente fuerte, incluso más que el mío. Y eso que yo era quien la defendía en el orfanato. Cómo cambiaban las cosas.
—¿Por qué no sale? — Gretel ya se había tardado ahí dentro de la habitación. Miré a Austin y también se veía nervioso, al menos no se movía como yo.
—Seguro se está lavando la cara. — En ese momento la puerta se abrió y Gretel salió vistiendo un pants gris, un sudadero. Tenía una diadema en su cabeza y el cabello atado, además de su rostro limpio. Había acertado.
—¿Qué sucede?
—Pedimos pizza.
—Genial. — Se sentó a mi lado y yo le ofrecí un poco del té del que trajo Tina.
—Bébelo tú. Es para tu garganta. — Asentí y entonces un silencio incómodo se aferró a nosotros. Le lancé una mirada a Austin y claramente no sabía por dónde comenzar.
—Gretel.
—¿Sí?
—Hay algo que quiero confesar.
—¿De repente? — Inclinó levemente la cabeza al verlo. —¿De qué se trata?
—¿Qué opinas del matrimonio arreglado?
—Bueno, es algo que pas