Capítulo 5

—Más o menos —contestó él, ladeando la cabeza.

—¿Cómo que más o menos? —retiré mi mano, ya que no habíamos dejado de estrecharla—. ¿Eres o no eres? —sonrió.

—¿Te parece si de nuevo nos sentamos o me dirás que no quieres entablar una conversación conmigo?

—De acuerdo —ambos tomamos asiento.

—Mi madre, yo, y el esposo de ella, nos hacemos cargo de la cadena hotelera.

—Entonces sí eres el dueño.

—Mi padre murió hace más de nueve años, así que mi madre y yo, mantuvimos el negocio a flote, unos años después, ella se volvió a casar y ahora él también se hace cargo de algunas cosas.

—Siento mucho lo de tu padre, debió ser muy difícil.

—Lo fue, era un hombre muy leal, pero mejor cambiemos de tema y dime que te trae por aquí.

—Una boda. ¿Y a ti? ¿Estás por negocios o vacaciones?

—Creo ambas, aunque podría ser más lo segundo.

—Su cena está lista —el camarero volvió.

Dejó ambos platillos sobre la mesa y por segunda vez, me sorprendí. James, ... Dios, era tan raro decir su nombre después de llamarlo "chico-tanga-masturvador", en fin, James había ordenado el mismo platillo que yo.

—Esto es una broma, ¿cierto? —los tres, intercambiamos miradas—. Dime si eres algún tipo de acosador porque ni creas que soy idiota —James comenzó a reír.

El camarero se fue.

—Ahora ¿por qué crees que soy un acosador? —preguntó divertido.

—¿Sabes? El hecho de que seas dueño del hotel, no te da derecho a violar la privacidad de los huéspedes, ... dime desde hace cuanto me estás siguiendo.

—¿Siguiéndote?

—Hace unos días en Canadá, un tipo se acercó a mí, haciendo preguntas muy extrañas ...

—Wow, wow, yo no ...

—¡Espera, espera! —me puse de pie y lo señalé—. ¿Eres amigo de Francis? Porque si es así, dile que no le pagaré la pintura de su auto y que lo rayé porque es un tipo engreído como tú.

—De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo —elevó sus palmas sin dejar de reír—. ¿Quién rayos es Francis?

—¿No lo conoces? —modéré mi tono.

—¿Y por qué iba a conocerlo?

—Porque estábamos en uno de tus hoteles en Los Ángeles —su risa aumentó.

—Yo ... no sé quién carajos es Francis, pero tengo que admitir que esta cena me esta resultando muy divertida —giré los ojos y volví a mi asiento—. La casualidad existe, si sabes ¿no?

—Tal vez —bebí de mí vino.

—No, no, literal, existe y sólo finges no saberlo para no parecer una loca con todo lo que me acabas de revelar.

—Como sea —resopló—. Dime que se siente ser el dueño de decenas de hoteles.

—Ah, ¿esta es una entrevista para tu periódico local?

—¿Qué? ¿Cómo sabes que trabajo para un periódico local?

—No es difícil deducirlo, bueno, contigo no es difícil deducir nada —fruncí el ceño.

—¿A qué te refieres con eso?

—A que, ya sé más de ti de lo que imaginas.

—Tú no sabes nada de mí —sonrió.

—Charlize Campbell, tienes 25 años, periodista, vives en Canadá, eres una prófuga ...

—¿Prófuga?

—Huyes del tal Francis por haber rayado su auto, así que sí, prófuga —entrecerré mis ojos y ladeé una sonrisa falsa—. Feminista por supuesto, soltera ...

—¿Soltera? Tú no puedes saber eso.

—Apuesto a que alejas a todos los hombres con lo parlanchina que eres —por enésima vez, abrí mis ojos y boca, ofendida—. Te ofendes muy rápido, obviamente —continuó—. Y gracias a tu apellido, sé que la boda que se celebrará en unos días en mi hotel es de alguien de tu familia.

Hay, sí, apuesto a que ya están sacando sus propias conjeturas, pero aún no es el momento para aclarar las cosas, paso a paso, relájense.

—Te crees muy listo ¿cierto?

—No, no, no, no ... ¡Yo soy muy listo!

—Y un arrogante también.

—Nuestra cena se enfría —cambió de tema, señalando mi plato.

Comenzamos a degustar nuestro platillo mientras que él respondía a mi pregunta sobre qué se sentía ser el dueño de una cadena hotelera, ... su respuesta: aburrido, la respuesta más vaga que había escuchado en mi vida.

La cena, poco a poco se convirtió en amena, no es que no lo haya sido desde un principio puesto que a mí también me pareció bastante divertida la situación, pero fui descubriendo un poco más de James, un James más pacifico y concentrado ... interesante también sería la palabra.

Descubrí que a sus veintinueve años de edad, su pasatiempo favorito era vivir la vida sin ninguna regla o algún plan, algo que a mí me pareció muy inmaduro de su parte aunque tampoco me parecía tan grave que lo fuera, era soltero, vivía en New York, en un departamento el cual habitaba muy poco ya que viajaba más de lo que quería, pero supuestamente él, eso había cambiado, había ido a la isla para despejar su mente, aunque decía qué tal vez no lo lograría si yo le seguía obsequiando mis tangas, ... «idiota».

Pronto, nos dimos cuenta de que ya era más tarde de medianoche, nos mantuvimos en una conversación tan agradable que ni siquiera nos percatamos de la hora. Discutimos un poco por mi terquedad de pagar la cuenta, pero la verdad era que dicha cena, obviamente, era gratis, así que en cuanto deje de insistir, salimos del restaurante y emprendimos nuestro viaje a nuestras suites.

—¿Qué tal un paseo? —preguntó.

—¿Ahorita?

—Creo que comenzaré a acostumbrarme a tus preguntas tontas —giré los ojos.

—Bien, su majestad, una pregunta no tonta, ¿un paseo a dónde? —sonrió.

—Sígueme —se adelantó un poco, y yo, de repente me quedé quieta.

Observando su caminar, preguntándome si debería seguirlo, ¿por qué? No lo sé, simplemente, esto era ...

—¿Te gusta mirar mi trasero? —se detuvo y me miró.

—Ya quisieras —sonreímos.

—¿Vienes?

—Voy.

—Pues vamos.

Caminamos por diferentes corredores hasta llegar a la orilla de la playa, nos encontramos con uno que otro chico ebrio, además de algunos del personal del hotel, quienes asintieron gentilmente a su jefe.

Fruncí mi ceño cuando observé a James, quitarse los mocasines, mil pensamientos pasaron por mi cabeza, pero ya que me conocía, lo más seguro era que ninguno de ellos fuera el correcto.

—¿Por qué te quitas el calzado?

—Tú también hazlo, nuestros pies tocarán el océano.

—¿Qué? No, claro que no, es de noche.

—Que observadora.

—Hablo de que no se ve absolutamente nada.

—Retira tu calzado, Charlize, y deja de ser una cobarde.

—Ya te dije que no soy ninguna cobarde.

—Bien —comenzó a caminar.

«Y ¿si un cangrejo me muerde los pies? ¿Los cangrejos muerden? ¿Hay cangrejos aquí? ¡Dios! Soy una pésima periodista. Nota mental, Charlize: expandir tu conocimiento con calidad de urgencia».

Quité rápidamente mis sandalias, James ya se había alejado lo suficiente de mí y no quería estar sola para cuando algún animal me atacara.

—Por un momento creí que no te atreverías —dijo al acercarme.

El agua fría del mar, tocó mis pies, provocando que mi piel se tornara eriza.

—Bueno, si algún animal me ataca, cuento con que me salves —sonrió.

—Así que también eres temerosa ¿eh?

—Un poco, lo admito —caminé a su lado. Ambos con nuestro calzado en la mano.

—Bien, "señorita temerosa", ¿por qué llegaste antes? Según tengo entendido, la reservación de tu familia comienza mañana.

—Pues, sólo quise adelantarme. Quería un día para mí sola antes de cumplir con un itinerario de boda.

—Siento haber interferido con eso.

—Supongo que tu compañía, después de todo, no es tan mala —sonrió.

—¿Así que te agrado?

—Sigo creyendo que eres un engreído y prepotente machista, pero me agradas —reímos—. ¿Cuánto tiempo estarás aquí?

—Sigo pensándolo.

—Se me olvidaba que tú no planeas nada —me miró.

—Exacto.

Caminamos unos metros más sin agregar algo, sólo escuchábamos el ligero ajetreo del océano, no fue incómodo sino todo lo contrario, la tranquilidad que sentí en ese momento no la había sentido hace mucho tiempo.

—Ha dejado de ser aterrador —rompí el silencio—. La vista del inmenso mar por la noche lo es, pero es como si el mismo mar te envolviera con su belleza para que no pensaras en ello.

—Me pasó la primera vez que estuve aquí —sonreí ligeramente—. Pero, posiblemente, sea como tú dices, el mar nos envuelve en su belleza.

Regresamos al hotel por un camino distinto, enseguida, abordamos el ascensor que nos llevaría a nuestras suites, en cuanto llegamos, descendimos y nos colocamos de frente, mirándonos con una sonrisa tímida en el rostro.

—Buenas noches, James —dije casi en susurro.

—Buenas noches, Charlize —respondió de igual forma.

Dos segundos más y me giré para dirigirme a mi suite, a los cuatro pasos pequeños que di, me detuve, sabía que él seguía ahí de pie, observándome y no estaba segura de si la decisión que estaba a punto de tomar no era buena, pero no sería la primera, así que ... de nuevo me giré y pregunté:

—¿Te gustaría cumplir un itinerario conmigo?

Sonrió ...

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