3.- Adaptándome

El restaurante es muy grande, tiene mesas de madera con manteles de cuadros blanco y rojo, las paredes tienen algunas pinturas, al centro de la mesa hay un jarrón con flores de colores, es un lugar bastante agradable. 

El mesero se acerca y nos da la carta, hay una gran variedad de comida, hacemos nuestra orden y antes de que se vaya, llega Nathan y se acomoda a mi lado en la silla vacía.

—Lo mismo de siempre, por favor —le pide al mesero.

—¿Dónde estabas? —lo interroga Yurem.

—Sabes que no me gusta que me interroguen —contesta con seriedad—. Pero voy a responder a tu pregunta porque era algo de trabajo —explica—. Me reuní con los hermanos Demaryius.

—¡Esos hombres son tan guapos! —exclama Dania suspirando y Nathan la mira recriminándola. 

—Me llamaron para notificarme de un caso de violencia doméstica muy sospechoso, Chloe estaba trabajando en eso, pero al parecer hay mucho más.

—¿De qué estamos hablando? —pregunta Yurem.

—Al parecer el tipo tiene negocios de drogas, pasé el contacto a la DEA, ellos se harán cargo.

—Que mal, me imaginé trabajando con los hermanos Demaryius.

—¡Dania! —la recrimina Jang—. Están casados y tienen familias estables.

—Soy consciente de ello, pero no es pecado deleitarse la pupila mirándolos de vez en cuando —dice coqueta—. Esos hermanos, sí me provocan pensamientos sucios —gruñe y nos hace reír a todos, menos a Nathan que mueve la cabeza molesto. 

Llegan con nuestros pedidos y mientras comemos, ellos conversan entusiasmados. Mi mirada se va directamente a Hammer, aparenta unos cuarenta años: es muy alto y musculoso, tiene el cabello castaño, muy corto y sus facciones son un poco pronunciadas, ojos cafés, labios gruesos y su nariz tiene una pequeña curvatura como si se la hubiera fracturado en varias ocasiones, es agradable, aunque imponente.

A su lado está, Jang, es un chico tal vez un poco mayor que yo, con rasgos asiáticos, su cabello negro le cubre la frente y parece que se oculta detrás de sus gafas de pasta negra, aunque aparentemente es tímido, lo noto bastante conversador, tiene una estatura promedio y es de complexión delgada. Mi mirada continúa y me detengo en Dario, que parece todo lo opuesto a Jang, de inmediato notas que es alegre y extrovertido, creo que él si pasa de los treinta años, tiene piel morena y el cabello negro, ojos verdes y por lo que me estoy dando cuenta, él trabaja para otras oficinas en el edificio, pero tiene muy buena relación con todos.

En la orilla de la mesa, está Yurem, me parece que ella pasa de los cuarenta: es bastante seria, tiene el cabello castaño y lo trae recogido en un moño apretado, no tiene maquillaje y aún así te das cuenta que es una mujer muy guapa y con curvas pronunciadas.

Sigo avanzando y llego a Dania, ella definitivamente es la más amigable, su cabello negro y bastante largo, lo tiene recogido en una cola, sus ojos cafés se ven vivaces y expresivos, tiene un maquillaje con el que resalta su belleza y con su uniforme ajustado, puedes notar su hermosa figura, imagino que debe tener más de treinta años.

Sonrío al estar mirándolos a todos con atención, no puedo negar que estar tanto tiempo en terapia me ha hecho observar a las personas a mi alrededor con más detenimiento, es como si estuviera buscando algo que me alertara del peligro, aunque obviamente sé que no estoy en una situación así; la vida te cambia demasiado cuando pasas por un evento traumático como el que pasé yo y se vuelve un poco complicado volver a confiar en las personas. 

Por último, no puedo evitar mirar al hombre que está a mi lado, también debe tener un poco más de treinta años: cabello castaño, ojos cafés, nariz recta y un atisbo de barba que le queda bastante bien.

Él me parece algo serio y muy estricto, pero noto que todos lo aprecian, por lo que imagino que es un buen jefe, además, no cualquiera llega a su puesto tan joven. 

En ese momento me mira y vuelvo mi atención a la comida un poco avergonzada al verme descubierta.

—¿Es verdad que eres cuñada de Arya Anderson? —me pregunta Dario sorprendido.

—Enzo no es mi hermano de sangre, pero para mí es como si lo fuera, y Arya es más que una cuñada, es la hermana que nunca tuve —respondo con una sonrisa al recordarlos.

—Entonces vienes muy bien recomendada, ahora entiendo todo —farfulla Yurem.

—En realidad…

—Ella no viene recomendada por la agente Anderson, viene recomendada por el director del FBI en Washington —me interrumpe Nathan—. Nada tiene que ver que sea familiar de Enzo Románov o de Arya Anderson, que les quede claro que yo la seleccioné para este puesto por su desempeño en la agencia —dice con seriedad y todos asienten—. No quiero que vuelvan a hacer comentarios malintencionados, siempre hemos sido un equipo muy unido y nada va a cambiar, ¿quedó claro? —finaliza.

Todos asienten y Yurem me fulmina con la mirada. A la hora de pagar, cada quién pide su cuenta y después salimos para volver a la oficina. 

Mientras caminamos, Dario pasa su brazo sobre mis hombros y me estremezco al sentirlo, parece que Nathan lo nota y lo toma del brazo para alejarlo de mí.

—No seas confianzudo Dario, te lo he dicho muchas veces —lo recrimina. 

En realidad si me incomoda un poco el contacto físico de personas que acabo de conocer, así que le agradezco mentalmente a Nathan por llamarle la atención.

Estando en la academia tuve una relación con un compañero, Frank; nos llevábamos muy bien, eramos buenos amigos y me insistió bastante para que aceptara salir con él. Lo acepté porque me sentía cómoda, me gustaba y le tenía confianza, pero a la hora de intentar tener intimidad, me cohibía demasiado, no sé si sea por las cicatrices que tengo, aunque son pocas y ahora muy leves, o realmente no estaba lista para tener intimidad, pero cada vez que lo intentábamos, algo salía mal, así que preferí terminar con él. No tenía caso estar a su lado cuando no podía entregarme a él por completo y sentía que lo hacía perder el tiempo. 

Al pobre le dolió aceptarlo, pero lo entendió y quedamos como buenos amigos.

Llegamos al edificio y entramos a la oficina, cada uno se va a sus puestos a trabajar y me sorprendo al revisar mis redes sociales, ya que tengo algunas solicitudes y mensajes privados. 

Es increíble como los depredadores están al acecho, hay algunos perfiles que de inmediato alertan mis alarmas, así que intento interactuar con ellos para indagar un poco más. 

Reviso algunos comentarios en los videos que subí y muevo la cabeza. Las personas deberían tener un poco más de empatía, tengo un perfil en que la chica es un poco llenita y la mayoría de los comentarios son juzgando la apariencia, el bullying cibernético también debería ser castigado de manera contundente. Existen personas que no piensan en el daño que pueden causar con sus comentarios tan agresivos, estos perfiles son falsos, pero debe haber chicas con esa apariencia que realmente son hermosas y a las que este tipo de comentarios les puede afectar de maneras muy negativas. 

—¿Todo bien? —me pregunta Dania a mis espaldas. 

—Sí, estoy revisando los comentarios que me dejaron en algunos de mis perfiles. 

—¿Buenos o malos? —indaga sentándose a mi lado. 

—De todo, pero en su mayoría son malos, las personas creen que pueden juzgar y criticar solo por el hecho de estar detrás de una pantalla. 

—Lo sé, nosotros no somos las que estamos en esos perfiles, pero me imagino a todas aquellas personas que hacen contenido para las redes sociales y se exponen a todo tipo de críticas. 

—¿Y sabes qué es lo peor? —cuestiono y niega—. Que muchas veces pueden provocar depresiones, ya que bajan la autoestima incluso hasta provocar suicidios; si alguien te dice que tu nariz es fea, te miras al espejo y la ves fea, aunque no lo sea. 

—Tienes razón, si pasa. La tecnología es un arma de doble filo, tenemos muchos beneficios, pero también ha influido de una manera negativa en muchas personas, el bullying cibernético está afectando demasiado a los jóvenes.

—¿Todo bien por aquí? —pregunta Nathan a nuestras espaldas. 

—Sí —responde Dania y se pone de pie para volver a su lugar de trabajo. 

—Noté que has tenido algunas interacciones en tus cuentas —menciona Nathan. 

—Sí, eso parece. 

—Me gustaría que me expliques cómo trabajaban ustedes en Washington, tal vez nos servirían algunos cambios en nuestras estrategias —se sienta a mi lado y por alguna razón me pone un poco nerviosa, ya que su seguridad y ese aire de poder que tiene, me imponen. 

Le explico la manera en que trabajamos en Washington en el último caso que cerramos, se trataba de un hombre que citaba a menores de edad y las acechaba por un tiempo para después tener relaciones “amorosas” con ellas, llegó a estar con una chica de catorce años a la que tenía la intención de llevarse a otro país para “vivir su amor” con libertad, según él, el amor era libre y no tenía porque influir la edad, era un maldito enfermo de cincuenta años. Con uno de mis perfiles logramos llegar a él y ahora está arrestado, mientras la chica que creía estar enamorada, está recibiendo ayuda psicológica, esos hombres saben muy bien cómo enredar a las jóvenes, sobre todo cuando creen tener problemas con sus padres por que no las dejan salir,  por desgracia lo sé demasiado bien. 

Pasan algunas horas en las que estoy tan emocionada explicándole todo a Nathan, mientras sus ojos pasan de mí hacía el monitor y me escucha atentamente. 

—Y eso es todo lo que hemos intentado hasta ahora y nos ha funcionado de manera favorable —finalizo y asiente. 

—Me gusta, creo que es una buena idea implementarlo aquí, para empezar puedes hacerlo tú y veremos cómo funciona. 

Sus ojos oscuros me miran con intensidad y me cohibe un poco, es un hombre muy atractivo y no solo físicamente, tiene algo que llama la atención y hace que su presencia imponga. 

En eso llega un mensaje a uno de mis perfiles y al abrirlo sonríe. 

—Ese debe ser un maldito enfermo —bufa. 

—Sí, su perfil es falso y por lo que pude ver, sigue solo a chicas menores de edad —informo. 

—Ya sabes lo que tienes que hacer, infórmame cualquier cosa —me pide y se pone de pie. 

Mira su reloj y todos empiezan a despedirse mientras él camina a su oficina. 

—¿No te vas? —me pregunta Jang. 

—En un rato, me gustaría revisar algunas cosas antes —respondo. 

—No mal acostumbres a Blake, si por él fuera, nos tendría trabajando día y noche —bromea. 

Todos se despiden y me quedo contestando algunos mensajes. 

—Deberías irte a casa —sugiere Nathan a mis espaldas, después de unas horas; estaba tan entretenida que no sentí cuando salió de su oficina. 

—Sí, ahora mismo cerraré todo. 

Asiente y se va. Termino lo que tenía pendiente y salgo de la oficina para ir al estacionamiento, estoy conduciendo a mi apartamento cuando suena mi teléfono y contesto por el altavoz del coche.



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