—¿Qué hacían peleando por uno de esos aparatos? ¿No tienen el suyo cada una? — les pregunto.
—¡Lala mala y fastidiosa! — grita Lucero con un puchero — ¡Es mío! ¡El de ella lo rompió!
Layla decide impacientarse hacia la acusación y extender los brazos hacia mí para que la cargue. No podía negármele a