Veo la pequeña cara de nuestro hijo, y vuelvo a tener ganas de llorar. Es realmente perfecto.
—¿Vas a seguir llorando? Si sigues llorando no te doy otro — me dice con picardía Sara.
Me seco las lágrimas con rapidez, para que esa amenaza no se cumpla. Sara empieza a reírse con fuerzas.
—Entonces… ¿qu