—¿Qué crees que haces? —pregunto enojada.
Alisha iba caminando hacia donde estaba la habitación que le habían asignado a Caleb en el gimnasio de Joel. Ahí podría cambiarse, asearse y lo que quisiera hacer adentro.
Ella se da vuelta y me da una sonrisa inocente.
—Hola Trini.
—Te hice una pregunta.
Me acerco más a ella recordando lo bien que se sintió romperle la nariz y lo mucho que me estaba pidiendo a gritos que lo hiciera. Yo no soy agresiva pero ella saca lo peor de mí.
—Solo camino por aquí, ¿acaso no puedo? —dice y coloca ambas manos en su cintura—. Porque te recuerdo que este lugar es mío y puedo entrar a donde se me antoje.
—Eres patética, ¿lo sabías? Ni todo el dinero del mundo podría cambiar eso.
La expresión de Alisha cambia drásticamente y sé que he dado en el clavo. A veces no necesitas usar la fuerza porque las palabras pueden herir aún más y no sanan en un par de días, sino que te persiguen por mucho tiempo.
—¿Acaso vas a golpearme? Porque si lo haces, el pobre Caleb ten