Un coche lujoso y un Caleb defensor.

—¡Nos vas a matar! —grita Caleb cuando acelero el auto, ruge como diablo, y el ronroneo es tan exquisito que cuando bajo la velocidad lo siento como un delito.

—¡Relájate! —le grito, Caleb esta agarrado de la manilla y me mira horrorizado, suelto una carcajada al ver su expresión y coloco una mano en su pierna—. Tranquila nena, nada va a pasar.

—¡Las manos en el volante!.

Yo río y muevo la cabeza.

—No soy primeriza, Caleb, sé manejar —le digo, él asiente y se suelta de la manilla suspirando.

—Bueno, es que este auto es muy rápido, es diferente a un auto normal —dice, yo asiento mientras acaricio con mis manos el volante.

—Lo sé, bueno, llegamos —digo mientras estaciono el auto frente al gimnasio, veo que Caleb se pone nervioso, ya que el espacio que hay, diría yo que es justo para el auto.

—Mejor lo estaciono yo —me dice, yo niego.

—Caleb, ¡otra vez subestimándome! —digo moviendo la cabeza, pero no le hago caso y le demuestro de lo que soy capaz. Avanzo un poco y me estaciono de cola,
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