2 "Está loca"

Habiendo salido de la calurosa selva por fin y tomado el autobús que la acercó al aeropuerto ahora se encontraba con un clima muy distinto: lluvia, frío y neblina.

Así que ahí estaba, sentada en una incomoda silla refunfuñando, aunque al menos no se estaba congelando. Sabiendo de los distintos tipos de climas por los que pasaría, en esos momentos llevaba suéter y una gabardina que ocultaba las manchas de barro de sus pantalones, aunque debía hacer algo con esas sucias botas y ese pelo enmarañado se dijo conteniendo una exclamación horrorizada al ver su reflejo en un escaparate que contenía folletos turísticos y que reflejaba su imagen.

¡Maldición! - Gruñó. Se levantándose y yendo a los baños. Su aspecto de vagabunda le provocó una carcajada y se puso manos a la obra, se peinó con cuidado, se hizo una trenza dejando por la paz un par de rizos rebeldes que escapaban a su control. Limpió lo mejor que pudo las botas y las manchas de sus pantalones.

Después de discutir con la pobre chica que la atendió en el aeropuerto y que no tenía la culpa del clima y de todas las situaciones que le habían sucedido, ni siquiera se había preocupado por su aspecto hasta ese momento.

Ella no discutía sin motivo y mucho menos descargaba su mal genio si es que lo tenía con aquellos que no se lo merecían, pero últimamente su humor no era el mejor. Sólo cuando trabajaba y fotografiaba se sumergía en otro mundo, pero volver a la realidad era otra cosa y la realidad tenía cara de hombre, un hombre demasiado guapo para su propio bien y del resto de la población femenina, que al parecer tenía cierta inclinación por sacarla de quicio y lo lograba sin siquiera verse.

¡Maldito Stefano Troyanos! ¡Maldito él y maldito su orgullo y su arrogancia! Pensó furiosa.

¿Por qué dejaba que la afectara así? ¿Por qué después de todo ese tiempo? Si tan solo no estuviera tan presente en el mundo. El genio de las finanzas, poseedor de una importante naviera, de inversiones múltiples en distintas áreas y dueño de diferentes y variadas empresas. A eso había que añadirle su habitual e insensible arrogancia que hacía derretir a las mujeres y había que añadir también un endemoniado carisma. Poseedor de una increíble sensualidad y magnetismo sexual tenía la mujer que quería.

Le sobraban a decir basta. Nunca perseguía, nunca buscaba, las tenía a su disposición. Mujeres sumamente hermosas lo idolatraban. Era un soltero de oro y diamantes decía la prensa. Y ahora aparentemente la buscaba a ella. Seguro por que había sido la única que no había caído en sus redes, al menos no de manera completa y total. Mirándose nuevamente en el espejo, se lavó la cara con más fuerza de la necesaria, se secó el rostro que ahora lucía enrojecido.

Con suspiro cansado se fue nuevamente a su asiento. Aún fresca la conversación con Ally se quedaba con agradecimiento al cielo porque ahora ella fuera feliz al lado de Máximo. Incluso ella se llevaba muy bien con el que consideraba su cuñado. La felicidad de Allyson era inmensa sobre todo ahora que era madre, su encantadora sobrina llevaba su nombre y ella sentía un amor tremendo por la pequeña.  El verlos a ellos y a la bebé hacía que sus viajes a Florencia fueran más que frecuentes. Y claro estaba el encantador de Fabricio, el abuelo de Máximo que era como el suyo propio.

Se movió en su asiento cuando vino a su mente ese viaje de hacía tres años, se habían divertido como locas y causado revuelo y admiración a su paso pues Allyson era y seguía siendo una mujer muy bella. Y ella no estaba mal pensó tratando de olvidar como lucía llena de barro.

Pero el ser considerada atractiva le había traído problemas pues siempre había idiotas a su alrededor buscando llevársela a la cama. Durante un tiempo eso la había llevado a tratar de pasar desapercibida cosa que su carácter alegre y desinhibido no soportó mucho tiempo.

Estando en Italia, Allyson quedó fascinada con unos escritos antiguos recién descubiertos en una vieja abadía. William Carlton ese maldito sin escrúpulos era de los pocos que tenían acceso a ellos y claro, deseoso de agradar a Allyson le había invitado a participar en las investigaciones. Una entusiasta Ally le había pedido y rogado que permanecieran dos semanas más en Italia a fin de participar. No queriendo interrumpirla y ser un estorbo habían acordado pese a las negativas iniciales de su amiga en que ella se adelantaría a Grecia y allá la esperaría, renuentemente Ally había aceptado.

Esas dos semanas habían cambiado su vida y aún se reprochaba porque a pesar de todo no se arrepentía y es que había aprendido mucho de lo vivido esos días. Aunque su optimismo a prueba de bombas no le había ayudado a soportar lo que le había pasado al lado de Stefano, porque él le había dado un giro total a su vida.

Ella había estado en Grecia antes, acompañando a Ally por cosas de su trabajo, pero solo habían estado un solo día. Se había quedado tan fascinada por la ciudad a pesar del calor sofocante, que al volver a casa había tomado clases de historia y también del idioma griego. Por ello esa vez que viajó sola mientras esperaba a Allyson, sabía que podría conocer y explorar con más confianza.

Esa vez, después de registrarse en el hotel y de que la ducha le quitara lo pegajoso del viaje se había puesto un sencillo vestido de algodón, protección solar, sandalias cómodas y ligeras, sombrero, gafas y con la cámara al hombro se había encaminado segura de poder encontrar el camino de regreso al hotel. Sus conocimientos de griego no estaban nada mal, como ella misma constató cuando había podido pedir una bebida fría en un encantador establecimiento cercano al puerto. El griego que la atendió la observó interesado y ella le dirigió una sonrisa que decía: soy amable, pero no si te quieres pasar de listo.

Desde donde estaba sentada la suave brisa empezó a refrescarla y a relajarla, así que se había quitado el sombrero y las gafas mientras releía información de un pequeño libro que daba guía detallada de la ciudad.

La vista era espléndida y enfocó su cámara sacando varias fotografías reacia a levantarse y enfrentarse al sol, al menos de momento. Cerró los ojos un momento al sentir un poco de aire que a pesar de ser caliente no se comparaba al calor que casi la sofocaba momentos antes de sentarse.

Percibió que alguien se había puesto frente a ella, pensando que sería ese camarero de mirada lujuriosa abrió los ojos de inmediato. Era un hombre y definitivamente uno grande, la luz del sol era intensa y le daba en la espalda de tal modo que ella solo podía ver su silueta más no su rostro.

Deme esa cámara – Le dijo el hombre con voz tranquila pero que albergaba amenaza.

¿Es que la iban a asaltar en pleno día? ¿Por qué el ladrón tenía la voz tan profunda, tan sensual, tan sexy? ¿Por qué rayos ella daba el aspecto de muñeca frágil? Ese imbécil se esperaba una sorpresa. La ventaja de haber sido tan hiperactiva era que había aprendido de todo un poco y el King Boxing estaba entre esas cosas. Si la veía como un blanco fácil se iba a llevar una gran sorpresa.

No voy a darle absolutamente nada – Contestó con la voz igualmente tranquila, al mismo tiempo que se ponía la cámara al hombro y se levantaba rápidamente de la silla, quedando la mesa entre los dos.

Ese hombre era alto, ella no era bajita precisamente, aun así él le sacaba de 12 a 14 cm., ella se movió un poco para que la luz del sol le dejara verle el rostro. Los griegos podían ser guapos, pero ese ladrón había errado de profesión pensó ella, fácilmente se podría haber ganado la vida como modelo, y no como el típico modelo de apariencia delicada, sino como alguien único en su clase pues proyectaba una imagen definitivamente masculina. Sintió que se le secaba la boca y el corazón le palpitaba sin control. Ya había escuchado la expresión: Parece un Dios griego y francamente le había parecido ridícula, ahora tenía ante sí uno de carne y hueso y con toda la apariencia de ser uno de los habitantes del Olimpo.

Alto, de hombros anchos, piel dorada, cabello negro, facciones absolutamente bellas, aunque cien por cien masculinas, ojos de color plateado un tanto raros para un griego, enmarcados por unas pestañas que solo añadían más magnetismo a su mirada. Añadiendo a todo eso una boca sensual y un cuerpo increíble que casi lograron que ella quedara con la boca abierta en seña de atontamiento total. La cerró con fuerza para impedirlo.

¿Desde cuando un hombre la dejaba en ese estado? ¡A ella! Que incluso había salido con un guapísimo actor español que ahora triunfaba en los Estados Unidos. Había estado entre hombres atractivos, guapos ¿Cómo era posible que se comportara como una idiota?

Aunque ese hombre no tenía comparación con nadie y ella había logrado controlarse después de haberlo inspeccionado con la mirada por todas partes olvidándose de todo. Obligándose a mirarlo a la cara de nuevo a riesgo de esta vez si quedar como una tonta, descubrió que él también hacía lo que ella momentos antes había hecho, y paseaba su mirada por todo su cuerpo. Sintió que la veía a través de la ropa y por poco se coloca los brazos alrededor del cuerpo para taparse. Siempre se había reído de Ally por su tendencia a ponerse roja cuando se avergonzaba y ahora ella estaba segura que podía ser confundida con un tomate ¡Y ella no se avergonzaba nunca! La mirada del hombre seguía recorriéndola lentamente como si tuviera todo el tiempo del mundo y ella no era precisamente objeto de ninguna exposición como para quedarse allí inmóvil sin hacer nada. El enojo vino en su ayuda y la sacó del trance.

¿Ha terminado ya con su inspección? – le dijo furiosa por la manera descarada en que la miraba ¡Ella de ninguna manera lo había visto así!

– Respondió con una sonrisa asomándole a los labios y posó sus ojos en sus senos sin reparo alguno. Si antes estaba roja, se puso pálida de furia.

¡Basta ya! – Le espetó – O se arrepentirá. – Ese hombre ni siquiera la había tocado y ahora aparte de furiosa estaba totalmente acalorada y no por el clima precisamente.

¿Ah sí? – Le preguntó burlonamente – Pero si sólo hago lo que usted misma acaba de hacer hace unos instantes conmigo.

De ninguna manera lo observé así como usted, de manera tan descarada y si lo miré detenidamente fue para poder dar su descripción a la policía – Mintió.

¿La policía? – Preguntó confuso.

Por supuesto ¡Me quiere robar mi cámara!

¡Está loca!

No más que la persona aquí frente a mí – Replicó.

¿Cómo dice? – Preguntó con el ceño fruncido.

Me ha escuchado perfectamente, será mejor que se vaya o lo denuncio ahora mismo. Si prefiere quedarse, aténgase a las consecuencias.

¿Está hablando en serio? Turistas… - Gruñó para si con gesto enfadado – Usted me estaba tomando fotografías cosa que no pienso permitir, por eso le pedí la cámara, deme la memoria y quedamos en paz.

¿Qué yo le tomaba fotos? Oh, por favor ¡Fotografiaba la vista! En ningún momento lo enfoqué a usted, si se atravesó en mis tomas ese es su problema no el mío.

A otro con ese cuento, deme ya la memoria –Le dijo amenazante.

¡No voy a darle nada! ¿Qué clase de mente retorcida tiene que piensa que le estaba fotografiando precisamente a usted? ¡Es un arrogante, engreído!

Dicho eso vio como el parpadeaba nuevamente sorprendido y se quedaba como si le hubieran dado una bofetada. Ella no tenía idea de que el hombre que tenía delante era el mismísimo Stefano Troyanos y mucho menos que al parecer lo había fotografiado.

El calor y el cansancio del viaje se habían posado en ella al sentarse a descansar, no se había fijado que era lo que fotografiaba cuando lo hizo sentada, simplemente había enfocado y oprimido el botón.

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