Capítulo veintiséis

Tres días pasaron casi volando, pero fueron interesantes, aunque Alex la mayor parte del tiempo los pasara en su cuarto, Isabel era estricta en sus horarios de tratamiento y eso mejoraba notablemente la salud de mi jefe, nuestros móviles tenían constantes problemas de cobertura excepto el teléfono fijo de la casa, era el único con el que podíamos realizar llamadas y recibirlas sin problemas. Mi momento favorito de cada día eran las mañanas a la hora de desayunar cuando Alex nos encontraba y depositaba un tierno beso en mi mejilla que me dificultaba la respiración, aunque sabía que solo era para guardar las apariencias. En cambio, Hazel le había tomado mucho cariño al conejo, aunque hasta ahora no se atrevía a mostrárselo a su padre, tenía miedo de que no lo aceptara e Isabel lo ayudaba en eso, se llevaban muy bien.

Aquella mañana nos sentamos a la mesa

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