Guille
Nunca pensé que iba a sentirme así. Esa noche sufrí más que antes de subirme a un ring.
Estaba sentado en el sillón de casa, con el corazón pateándome el pecho, todavía con las manos manchadas de harina de la “clase de cocina” que habíamos improvisado con Gala.
Ella estaba en mi habitación, tal vez era justo decir nuestra habitación, leyendo tranquila. Yo solo podía pensar en una cosa: que no iba a dejar pasar más tiempo. No podía darme ese lujo.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Abrí y ahí estaba Mario, con su sonrisa pícara y la chaqueta arrugada como si hubiera salido corriendo a verme.
Y de seguro así fue. El mensaje que le había enviado decía: SOS, necesito ayuda. Unas horas antes le había contado todo lo que había pasado… quien era en realidad Gala, su padre y del idiota de Héctor.
—¿Y esa cara, Cruz? —preguntó, levantando una ceja—. Pareces más conmocionado que cuando ganaste tu primera pelea.
—Es que esto es más grande que cualquier pelea, hermano —le