No fue sino hasta la tarde que terminaron de almorzar. Álvaro trajo un montón de documentos para que Andrés los firmara, y luego discutieron algunos asuntos de trabajo en el estudio. Media hora después, Andrés comenzó a enseñar a Luna a conducir.
Resultó que no estaba bromeando al respecto...
El almacén abandonado de la mansión se había convertido en un garaje. Al mirar hacia adentro, se podían ver claramente varios autos lujosos. Uno de ellos era un llamativo coche personalizado de color rosa, que destacaba muchísimo entre los demás.
—Andrés, la verdad, hoy no tengo tiempo para aprender a conducir. El estudio me ha asignado un nuevo encargo y necesitan que lo complete lo antes posible. ¿Podría hacerlo la próxima vez? —preguntó Luna tentativamente.
Sin embargo, Andrés no le dio opción para rechazarlo:
—Solo lo harás dos horas.
Andrés la hizo sentarse inmediatamente en el asiento del conductor y le indicó que saliera directamente. Luna estaba un poco nerviosa mientras agarraba el volant