Ya eran las nueve de la noche cuando Luna regresó a su habitación. Tomó una rápida ducha y se preparó para dormir. De repente, su teléfono móvil empezó a sonar.
Secando el cabello y vistiendo un pijama blanco de felpa, Luna se acercó y recogió el móvil. Lo miró muy despreocupadamente. Frunció el ceño y dejó el teléfono en la mesa, fingiendo no haberlo visto.
Sin embargo, la persona al otro lado de la llamada seguía llamando una y otra vez. Ya era la quinta llamada.
“Ding”
El teléfono recibió un breve mensaje. Luna lo abrió y se estremeció al ver las fotos de escenas tan intolerables, incluso sus manos temblaron de ira. Apretó fuertemente los dientes. Cuando la llamada volvió a entrar, dudó un poco, pero contestó:
—¿Qué demonios quieres?
Escuchó la voz profunda y seductora que salía del teléfono:
—¿Qué estás haciendo?
—¿Me enviaste esas fotos todas sucias y pervertidas solo para hacerme esa tonta pregunta? Andrés Martínez, eres bastante aburrido —dijo Luna fríamente.
De su lado solo hab