Eliza
Sentí que había entrado en un mundo completamente nuevo. Un momento antes esquivaba insultos sobando mis moretones, y al siguiente, estaba casada con Luciano Caballero, de pie en su mansión, como si realmente perteneciera allí. Todo seguía pareciendo irreal.
Sí, había firmado los documentos de matrimonio, y sí, me había mudado a su lujosa casa, pero aún no me había dado por enterada del todo. ¿Era esta la vida real o solo un sueño del que pronto despertaría?
Las empleadas, las miradas respetuosas, el lujo que goteaba de cada pared y rincón, no parecía algo que alguien como yo mereciera, al menos no según todo lo que me habían dicho durante años.
Sin embargo, había algo aún más extraño que la grandiosidad: Luciano, su bondad y sus atenciones. Nadie jamás se había preocupado de si había comido, ni siquiera en los días en los que no lo hacía. Pero Luciano, en el poco tiempo que llevábamos juntos, lo había hecho dos veces.
Y la segunda vez… no solo preguntó. Ya casi habíamos llegado