Después de un rugido, Eulogio se desplomó en el suelo, exhausto. Su rostro distorsionado estaba cargado de emociones negativas: ira, odio, envidia, locura y un profundo resentimiento. No podía entender por qué las cosas habían salido mal, ya que su plan había sido perfecto, sin fisuras. Matando a Rómulo, hubiera ascendido al trono sin obstáculos, tomando el control absoluto, libre como el ave en el cielo. Sin embargo, el destino juega sus propias cartas, y a pesar de sus meticulosas estrategias, todo resultó ser un sueño efímero. Desde el momento en que concibió su ambición, solo había dos posibles desenlaces: alcanzar la cima y ser admirado por todos o caer en el abismo, hecho pedazos.
Desafortunadamente, fracasó. Rómulo no murió, y todos sus esquemas y planes resultaron inútiles. Pero él no podía aceptarlo, estaba tan cerca, a solo un paso de asegurar su lugar sin preocupaciones. ¿Por qué?
—¡Quién hubiera pensado que Eulogio sería el verdadero manipulador detrás de todo esto, qué ins