Capítulo 933
—¡Tú!

Carmen, consumida por el odio, se mordía los dientes de la frustración, incapaz de hacer otra cosa más que reprimir su ira.

En este momento, solo podía rezar para que Pedro se diera prisa.

Porque era palpable cómo su sangre se escurría, debilitándola cada vez más.

Tres minutos después, el segundo hombre había sido tratado.

Con detener la hemorragia, no moriría en el corto plazo.

—¿Ahora me toca a mí, verdad? ¡Rápido, rápido, cúrame ya!

Carmen estaba impaciente, instando constantemente.

Sin embargo, Pedro se lo tomaba con calma, sin mostrar urgencia alguna; primero se limpió las manos, luego se estiró perezosamente y, finalmente, tomó su taza de té para saborearlo lentamente.

—¡Oye! ¿Qué haces? ¡Detén la hemorragia!

Carmen estaba a punto de estallar.

Su sangre se derramaba, y el otro aún tenía el descaro de tomar té.

¡Qué absurdo!

—¿Para qué tanta prisa? No te vas a morir.

Pedro la miró de reojo, sin inmutarse.

—¿Cómo que no me voy a morir? ¿No ves que me han disparado? ¿Es que no
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