La esfera de agua explotó en el acto, y junto con los peces que nadaban dentro, instantáneamente se convirtió en una masa de sangre.
—¿Hmm?
Esta escena repentina hizo que Omar frunciera ligeramente el ceño.
Aunque fue solo un golpe casual, no era algo que una persona ordinaria pudiera romper.
—Omar, tu adversario soy yo.
Pedro avanzó con paso firme, colocándose frente a Rodolfo.
—¿Así que tú eres Pedro?
Omar lo miró de arriba abajo, con una mirada fría, penetrante, imponiendo una presencia dominante.
Como si fuera un dios exaltado, observando desde lo alto a los mortales insignificantes como hormigas.
—Así es.
La expresión de Pedro era serena.
—Inhabilita tus artes marciales, amputa tus propias manos y luego arrodíllate ante mi discípulo para pedir perdón, y te perdonaré la vida —dijo Omar con frialdad.
Aunque sus palabras eran calmadas, llevaban consigo una autoridad incomparable.
—¡Pedro! ¿Escuchaste? ¿Qué esperas para inhabilitar tus artes marciales y arrod