Pedro detuvo su paso por un momento, y al instante se lanzó hacia adelante.
¡Su velocidad era tal que parecía una flecha liberada del arco!
—¡Rápido! ¡Matadlo ya! —exclamó alguien.
Al ver a Pedro en acción, el rostro de Enzo cambió, y de inmediato gritó de horror.
Sin embargo, antes de que los militares de élite armados pudieran reaccionar, Pedro ya estaba frente a ellos.
Lo único que se vio fue cómo lanzaba una patada, y un militar de élite armado fue lanzado por los aires, como si hubiera sido golpeado por un camión.
La placa de acero a prueba de balas en su pecho fue perforada directamente, y hasta el esternón fue destrozado.
Sin esperar a que cayera al suelo, Pedro se deslizó nuevamente frente a otro hombre, y con otra patada le rompió el cuello.
Después de derribar a dos hombres, Pedro no se detuvo en absoluto y continuó atacando frenéticamente.
Dondequiera que iba, no había obstáculos.
Frente a una velocidad y fuerza absolutas, estos llamados militares de élite armados no tenían