La gente señalaba y murmuraba entre susurros, asombrados por la temeridad de Pedro.
Un simple pedido de disculpas habría resuelto el problema, pero insistió en complicar las cosas.
Ahora, Sabrina ha terminado así, o con miembros rotos o enterrada viva.
Pedro, con otra bofetada, tumbó a Sabrina al suelo y preguntó:
—¿Quién diablos eres?
El rostro de Sabrina se torció completamente, sintiendo que el mundo giraba, mareada y confundida, sin poder orientarse.
—¡Detente!
En ese momento, la directora del jardín de infancia irrumpió a través de la multitud, corriendo apresuradamente hacia adentro.
Al ver a Sabrina, cuyo rostro estaba tan hinchado como el de un cerdo, se sorprendió de inmediato y rápidamente la ayudó a sentarse en una silla:
—¡Ay, Dios mío! Sabrina, ¿cómo terminaste así? ¿Quién hizo esto?
Con temblorosas manos, Sabrina apuntó hacia Pedro.
—¡Atrevido! —La directora se volteó, furiosa, y gritó—: ¿Quién eres tú para atacar a Sabrina? ¿No te das cuenta del problema en el que te has