—Realmente, todo ha terminado. —se dijo Carlos, dejando su copa de vino y llevándose un trozo de carne a la boca. Su porte distinguido y elegante destacaba en cada movimiento. Delicia rompió el silencio, —¿Has visto las noticias de hoy?
En cuanto formuló la pregunta, se arrepintió. Carlos, siempre tan ocupado, ¿cómo iba a prestar atención a asuntos tan triviales?
Sin embargo, Carlos asintió. Delicia, sorprendida, preguntó, —¿Qué opinas sobre lo de Yolanda, fingiendo una discapacidad y sobornando a su médico?
Aunque su pregunta sonaba a interrogación, su tono dejaba entrever una certeza. Delicia asintió ante la acusación velada.
—¿Parece que realmente lo odias? —dijo Carlos, refiriéndose a Alvaro. Si no fuera por el odio hacia Alvaro, Delicia nunca habría expuesto tal escándalo al público para su juicio. Ella, tan astuta, sabía bien las consecuencias que esto traería a Alvaro y a su familia. La familia Jimenez no era cualquier cosa.
Con una sonrisa, Delicia respondió, —Lo que hay entre