Punto de vista de Bill
El avión aterrizó en Silicon Valley, y el aire se sintió distinto. Ya no había salas de juntas llenas de tensión, ni conflictos familiares asfixiantes. Allí tenía innovación, ideas, la promesa de empezar de nuevo.
Sarah estaba sentada a mi lado, revisando las notas que había preparado sobre los dos fundadores con los que íbamos a reunirnos ese día. Eran brillantes, con un concepto que podía revolucionar toda la industria.
Todavía tenía mis dudas, ya que era fácil vender una idea en papel. ¿Pero en persona? Ahí era donde la gente se revelaba… o se derrumbaba.
Salimos del coche y entramos al edificio. La oficina era sorprendentemente modesta, pequeña, funcional y con todos los clichés tecnológicos comunes, como una mesa de ping-pong en la esquina, y un refrigerador lleno de bebidas energéticas.
Los dos fundadores, José y Leo, nos recibieron en la sala de reuniones. Eran más jóvenes de lo que esperaba, y no debían tener más de 35 años, pero la seguridad que transmi