Punto de vista de Serena
Cuando la grabación de audio comenzó a reproducirse, sentí un nudo apretarse en mi estómago. Mis ojos estaban fijos en Doris, quien permanecía sentada con un aire de falsa calma, mientras sus ojos ocasionalmente se desviaban hacia el jurado.
La grabación era granulosa, pero la voz de Doris se escuchaba clara y fría. Me preparé mentalmente, escuchando cada palabra.
La voz de Doris crepitó a través de los altavoces. —¡Ahora sí la has cagado, zorra!
El sonido de sus pasos golpeando contra la azotea resonaba de manera ominosa, haciéndose más fuerte y rápido, como una tormenta formándose. Se escuchaba el inconfundible sonido de una pelea; objetos siendo derribados, el arrastre de zapatos contra la superficie áspera de la azotea, y una brusca inhalación.
Luego mi voz, llena de pánico, se escuchó. —Ya no puedes intimidarme más, Doris. Esos días se acabaron.
Un fuerte golpe resonó, seguido por el sonido de una respiración pesada y Doris gritó con rabia.
De repente, la