Punto de vista de Bill
Al llegar a la oficina de mi abogado, mis nervios estaban a flor de piel. El edificio era una estructura moderna y elegante, con grandes ventanales que reflejaban la luz del sol matutino.
Estacioné el coche y miré a Serena, quién se mordía el labio mientras sus dedos jugueteaban con el dobladillo de su blusa, sus ojos se movían de forma nerviosa de un lado a otro.
Me incliné y tomé su mano, dándole un suave apretón. —Todo va a estar bien, Serena. Nuestro abogado es uno de los mejores del país. Podemos con esto.
Ella me miró con ojos llenos de preocupación. —Pero, ¿y si no es suficiente, Bill? ¿Y si los abogados de Doris son mejores? ¿Y si manipulan todo y hacen que parezcamos los culpables?
Ver a Serena tan angustiada me partió el corazón. Siempre había sido tan fuerte, pero esa situación la hacía sentirse vulnerable y asustada. Podía ver el miedo en sus ojos, y deseaba poder quitárselo todo.
—Serena, sé que da miedo —dije, intentando mantener mi voz firme—. Pero