Ella lo vio horrorizada por su apreciación nada sutil sobre la personalidad del duque. El marqués comprendió que se había ido de boca y descubrió que la bella hermana de Devon estaba interesada en el hombre a quien acababa de describir como si fuera un demonio.
—Lo lamento. No digo que todo eso sea cierto; más bien son solo rumores que circulan sobre él, lady Claire. —Ella asintió, pero se sentía conmocionada ante tal información—. Supongo que debe ser todo un caballero para haberse hecho con el corazón de una dama como usted —especuló.
—Y yo sospecho que, con una personalidad tan imprudente, no exista nada que sea del agrado de su excelencia —dijo en cambio para sortear aquella suposición sin tener que responder.
—Le gustan los caballos —dijo él—. Mucho más que las personas… —bromeó, aunque a ella no le pareció nada gracioso.
—Ya veo… —musitó confundida por aquellas reveladores acotaciones, cuando de pronto la calesa frenó y tuvo que sostenerse por la brusquedad que empleó el marqués